Perspectiva descolonial sobre raza en la región posyugoslava

Arrival of the president of Ghana, Kwame Nkrumah, and president of Yugoslavia, Josip Broz Tito, to the Non-Aligned Movement conference, Belgrade, 1961.

Llegada del presidente de Ghana Kwame Nkrumah, y el presidente de Yugoslavia, Josip Broz Tito, a la conferencia del Movimiento de Países No Alineados, Belgrado, 1961. Foto del Legado de Konstantin Koča Popovic y Leposava Lepa Perovic, álbum 25, entregada a Wikimedia Commons por el Archivo Histórico de Belgrado como parte del proyecto GLAM en Serbia. (CC BY-SA 3.0).

Este artículo de Ana Sladojević se publicó originalmente en Sbunker. Global Voices publicó una versión editada con autorización. 

En el contexto del giro descolonial en el arte, la cultura y el ámbito académico, en los últimos diez años, así como en movimientos sociales como Black Lives Matter, la cuestión de la raza ha vuelto a estar en la atención global. En la región posyugoslava, muchos tienden a negar la existencia del racismo cuando se les pregunta al respecto.

Esto se debe a la creencia errónea de que estas regiones o países no estuvieron directamente involucradas en los proyectos coloniales y son, de alguna forma, inmunes al racismo. El concepto de lo colonial, no obstante, demuestra que el legado del colonialismo permanece en las estructuras de poder, inscritas en los diferentes formatos sociales y culturales de la modernidad. Señala, entre otras cosas, la omnipresencia global de la raza, lo que significa que ninguna región está exenta de las reflexiones actuales.

Este artículo, basado en el borrador de la conferencia para la Academia del Instituto Musine Kokalari en 2023, aborda la cuestión de la raza y la racialización con una mirada académica actual.

El proceso de racialización

Dado que la región lleva mucho tiempo subestimando este importante tema, resulta pertinente enfatizar que la raza no es un hecho científico o biológico. Es una construcción social que utilizaron quienes estaban en el poder para expresar las diferencias humanas de forma jerárquica. Como tal, tuvo consecuencias negativas y de gran alcance en la vida de las personas.

Cuando se piensa en el racismo, la mayoría lo identifica con la discriminación contra los negros. Ciertamente, la presencia global de la «línea del color» todavía hace que las personas negras y marrones sean más vulnerables que las blancas. Sin embargo, el racismo no se apoya únicamente en el color de piel de las personas. Otras categorías sociales, como la etnia, la religión, la clase y la nacionalidad, entre otras, pueden contribuir al proceso de racialización. En lugar de referirse a un solo tipo de racismo, sería más adecuado hablar de distintos tipos, que no son estáticos: son relacionales y cambian con el paso del tiempo.

Los términos racismo institucional y sistémico sugieren que el racismo no es un único acto de violencia o un punto de vista sesgado de una persona, sino una forma de desigualdad generalizada dirigida a un grupo de personas a través de un proceso de racialización.

Los Balcanes como frontera

El entendimiento de los conceptos de raza y racialización tiene que explicar las continuidades y discontinuidades de la región de la modernidad occidental. Hay historias que existen desde hace siglos que son complejas y abarcan imperios y naciones, así como también distintas influencias regionales, que complican los intentos por hacer generalizaciones sobre esta parte del mundo.

Si observamos la historia reciente, la noción de etnia, especialmente desde las guerras de la década de 1990 en adelante, fue relevante para explicar las relaciones interregionales, aunque en detrimento de otras nociones como la raza. Antes de eso, en la década de 1960, los principios anticolonialistas y antirracistas yugoslavos eran parte de la política exterior, articulada además a través de su participación en el Movimiento de Países No Alineados. Mientras que el anticolonialismo y el antirracismo pueden entenderse como un legado positivo con el cual conectar, la falta de reconocimiento del proceso de racialización en la Yugoslavia socialista nos indica que debemos ser críticos incluso con ese legado. Especialmente porque la ignorancia sobre la raza o la ceguera frente al color, mal entendidos como una forma de antirracismo, se derramaron sobre los países de la región posyugoslava, creando nuevos grupos de relaciones racializadas.

En su libro «Confinamiento blanco. Capitalismo racial y colonial a lo largo de la ruta de los Balcanes«, Piro Rexhepi toma ejemplos de Bosnia, Kosovo, Albania y Bulgaria para mostrar cómo la cartografía geopolítica racializada de esta parte del mundo reemergió luego de la Guerra Fría. Mientras observa tales procesos dentro de un amplio marco internacional de relaciones de poder, describe la compleja situación de los estados Balcanes, tanto (neo)colonizados como instrumentalizados en la protección de la homogeneidad euroatlántica blanca/cristiana contra grupos racializados como los romaní, los musulmanes y los migrantes. Contextualiza a los Balcanes como una frontera, en referencia a la migración a lo largo de la «ruta de los Balcanes» y las subsecuentes medidas de refuerzo de las fronteras de la Unión Europea.

La supremacía europea «gadio»

Según Rexhepi, el racismo institucional y sistémico en los Balcanes afecta sobre todo a quienes están en la intersección entre las identidades romaní y musulmana. Se manifiesta mediante el desplazamiento forzado, la demolición de viviendas, la restricción de movimientos y las dificultades para obtener documentación necesaria. En su trabajo, también destaca la complejidad e importancia de las formas de marginalización que se solapan.

Jelena Savić escribe desde una posición informada por su experiencia como romaní en Serbia y en la región. Toma de la teoría crítica de la raza estadounidense y la teoría de la blancura, así como también de la teoría del feminismo negro, para mostrar cómo las desigualdades racializadas se extienden a todos los ámbitos de la vida, que incluyen vivienda, educación, trabajo, salud y servicios legales. Comparable a la mochila del invisible privilegio blanco descrito por Peggy McIntosh en el contexto de Estados Unidos, Savić destaca los privilegios que los gadjo blancos –término romaní para quienes no pertenecen a los romaní– tienen sobre ellos. Aunque su experiencia es más cercana a la región posyugoslava, el concepto de «supremacía gadjo europea» que acuñó para referirse a la posición naturalizada o «sin marcar» de la blancura europea en el proceso de racialización de los romaní en general, involucra a Europa en su conjunto.

¿Con quién pensamos?

Tanto Savić como Rexhepi aplican estos métodos e interpretaciones en sus propios trabajos para priorizar las perspectivas y las experiencias de las personas más vulnerables y los grupos más marginalizados, incluyendo las historias que han sido bloqueadas con el tiempo. Ambos demuestran que nuestra capacidad para desvincularnos de la colonialidad del conocimiento y del ser dependerá de con quién elijamos pensar, mientras que una parte importante de esa labor decolonial consistirá en reconocer nuestras propias posiciones.

Ambos muestran que a quienes elijamos para pensar dictará nuestra capacidad para separarnos de la colonialidad del saber y el ser, y una parte importante del trabajo descolonial será reconocer nuestra propia posicionalidad.

Pero ¿cómo afectará esto a las jerarquías racializadas? Ser conscientes del privilegio no significa necesariamente estar dispuestos a renunciar. Incluso estar dispuesto a renunciar al privilegio no garantiza que reconoceremos todas las instancias en las que continuamos perpetuando algunas formas de violencia epistémica, y de otros tipos, sin saberlo. Queda una larga lucha contra el racismo que pide que desaprendamos y desnaturalicemos algunas «verdades», tales como la ceguera frente al color posyugoslava y —como subraya Savić — la voluntad de estar incómodos en el proceso.

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