Este artículo de Ali Budner apareció originalmente en PRI.org el 31 de agosto del 2016. Se republica aquí como parte un acuerdo para compartir contenidos.
Si pasea por, digamos, São Paulo (Brasil), Atenas (Grecia) o San Francisco (California), puede que tropiece con maleza tan alta como un edificio, mejor dicho, sobre el edificio.
La artista muralista Mona Caron utiliza paredes de ciudades de todo el mundo como lienzos para sus retratos ampliados de plantas salvajes. Dice que representan lo que sobrevive en lo marginado de la sociedad. Quiere que prestemos especial atención.
Caron vive en San Francisco, pero es originaria de la parte italiana de Suiza. Empezó su carrera haciendo imágenes amplias de ciudades a vista de pájaro, y se la conoció durante mucho tiempo como la artista de paisajes urbanos.
Sin embargo, algo sucedió hace unos años. Empezó a hacer lo contrario: pintar imágenes ampliadas de cosas pequeñas. Concretamente, maleza, la pequeña planta silvestre que crece en las grietas de todas las aceras, la hierba que la gente pisa. «Cuanta menos atención le prestemos», dice Caron, «¡más grande la pintaré!».
«No pinto finas y pequeñas ilustraciones botánicas de la abuela», según Caron. Para ella, la maleza es una planta que tiene poder.
Ya ha pintado murales enormes de malezas en docenas de ciudades de todo el mundo. Hay un diente de león en la azotea de una mezquita en San Francisco, otro inmenso en Suiza, una ortiga en Barcelona. Pintó incluso una planta no identificada que encontró en uno de los suburbios más grandes de Ahmedabad, en el estado indio de Gujarat.
«Es en cierto modo gracioso», destaca, «cómo esta idea parece no tener fronteras, justamente como la propia maleza». La maleza es una planta que se ha extendido por todo el mundo debido a la globalización. De manera similar, dice Caron, este proyecto ha cuajado por todas partes «porque no necesitas muchas palabras para explicarlo».
Desde un elevador de tijera y a unos 7'5 metros de altura, Caron traza con el carboncillo líneas en una pared beige irregular, luego pinta con un bote de aerosol verde entre las líneas. Trabaja en un llantén menor (plantago lanceolata) sobre un edificio de oficinas de cuatro plantas en el barrio de Telegraph Hill, San Francisco.
A la izquierda se puede ver la Pirámide Transamérica. Al verla, Caron pensó: «¿Sabes qué? ¡Voy a competir con esa! ¡Voy a poner una planta allí!».
Utiliza la palabra «maleza» de manera un tanto provocativa. Sabe que es un término despectivo que puede hacer referencia a especies invasoras o a simplemente plantas que no cultivamos o que no queríamos.
Caron también sabe que la maleza cuenta en ocasiones con propiedades medicinales o comestibles. Pero dice que no es el motivo por el que la resalta en sus murales. «Realmente lo que intento destacar», apunta, «es este acto transgresivo de devolver la vida a algo que parecía estar muerto».
Por ejemplo, en Union City, California, escogió la primera planta floreciente que apareció en el devastado terreno de un lugar super hondo. Dijo «Vale, te toca a ti. Eres la que va a medir siete pisos de altura».
La gente le dice en ocasiones a Caron que sus plantas parecen reales. Sin embargo, esta insiste en que no lo son. Las pinta desde abajo, desde un ángulo heroico, para hacerlas más imponentes. Además, dice que la gente la ha parado para preguntarle «Guau, ¿qué es esa planta increíble? ¡¿Es algún tipo de orquídea o algo asombroso?! A lo que ella contesta: «No, simplemente la acabas de pisar».
Porque al final, dice Caron, «cualquier minucia de la naturaleza es de hecho increíblemente bonita si te paras a mirarla».
He aquí el documental en animación de las obras de Mona Caron: