Animaciones, series y testimonios para entender el (posible) fin de un conflicto

"Ahí va Colombia". Foto del usuario Flickr Lucho Molina. (CC BY-NC 2.0)

«Ahí va Colombia». Foto del usuario Flickr Lucho Molina. (CC BY-NC 2.0)

Colombia vive hoy un proceso histórico que podría poner fin a un largo y penoso conflicto armado que ha dominado la narrativa del país por más de cincuenta años. Los colombianos, dentro y fuera del país, votarán el próximo 2 de octubre de 2016 para aceptar o rehusar el acuerdo firmado por el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. El proceso de negociaciones, que ha tomado años de complejas y difíciles decisiones, ha sido comentado ampliamente por la opinión pública y los medios ciudadanos, una discusión que refleja las fuertes divisiones de la sociedad colombiana.

Las opiniones son un buen espejo de los contextos de cada grupo. A grandes rasgos, los puntos de vista chocan en las zonas rurales en contra y en pro de las FARC. A esto se agregan las opiniones encontradas de las urbes, donde hay aún quienes no han sido tocados por la guerra directamente, y quienes llegaron a zonas de pobreza y exclusión urbana huyendo de la violencia.  

“La gente no está en contra del proceso de paz, sino en contra de los rumores acerca del proceso”

Para enriquecer el debate e informar sobre los acuerdos, se crearon numerosas campañas de información se creó la serie animada Dejemos de matarnos. Narrada por la historiadora Diana Uribe, la serie se ha dedicado a explicar los pormenores de los acuerdos de paz, confrontar los temores que rodean los acuerdos y también a ligar el proceso de paz de Colombia con el de otros países como Irlanda, Ruanda y Guatemala.

Cada vez que los pueblos pasan por un proceso de paz la humanidad en su totalidad da un paso hacia adelante. No solo porque la paz nos engrandece como especie, sino porque cada proceso de paz es un aprendizaje que nos da las claves para el siguiente. Así como Irlanda y Sudáfrica le están enseñando al mundo cómo superar los odios y la violencia, así también llegará el día en que Colombia le cuente su historia a los demás para que otros puedan aprender de lo que nosotros hicimos.

Otros análisis del proceso de paz y su posible envergadura regional fue explorado por el programa Claves, en el que distintos analistas latinoamericanos compararon el proceso de paz de Colombia con el de El Salvador:

En la negociación se negocia el fin de la guerra, pero no el fin del conflicto. Termina esa guerra [El Salvador], esa guerra era civil que es cuando se enfrentan dos partes de una misma sociedad; y se abren las puertas para otra guerra, la actual, una guerra social. - Dagoberto Gutiérrez, jefe guerrillero en el periodo de la guerra civil, negociador y firmante de los acuerdos de paz de El Salvador

Es mejor coexistir que matarnos, es mejor hablarnos que ignorarnos […] No deben confundir [los colombianos] lo que es el proceso de pacificación con lo que es la construcción de la paz. - Mauricio Ernesto Vargas, general en retiro y firmante de los acuerdos de paz de El Salvador

Ganamos [los salvadoreños] muchísimo con los acuerdos de paz. Como sea, con las imperfecciones que ahora tenemos e incluso con las nuevas conflictividades […] estamos mucho mejor que esa época oscura, terrible, de locura que había durante la guerra que vivimos. - Jaime Martínez, director general de la Academia de Seguridad Pública y director del Centro de Estudios Penales de El Salvador

“Los hijos de ricos no van a la guerra”

El conflicto de Colombia se ha caracterizado por la multiplicidad de versiones, de historias y de escenarios. Del mismo modo, es un conflicto que ha tenido repercusiones dentro y fuera del país. Colombia tiene el segundo número más grande de desplazados internos por conflicto en el mundo (6,3 millones de personas acuerdo con la ACNUR) y mucha de la diáspora que ha buscado mejores oportunidades en otros países de América Latina, han huido de violencias directas o indirectas del conflicto armado.

Del mismo modo, en el conflicto de Colombia, han sido la juventud la que ha resultado más victimizada. Videos con testimonios han rodado ampliamente por las redes, y con ellos se subraya el hecho de que quienes participan en las guerras, de uno u otro lado son jóvenes empobrecidos y víctimas de exclusión. En Nunca imaginé Colombia una colección de testimonios recogidos por Patricia Barón, Martha Lucía Jordán y Omar Rincón pueden leerse años de desplazamientos, violencias, y también de empuñe de armas y de reinserción contados en primera persona:

No me he olvidado del pasado […] porque eso son cosas que me han hecho madurar bastante. Yo te he contado que hay momentos en que me arrepiento de todo, pero es que no me puedo… me arrepiento en la forma en que ahora hay gente que prácticamente que lo ve a uno, y no sé, como todo extraño […]  Antes no pensaba lo que pienso ahora, antes pensaba que mi mundo giraba alrededor de lo que vivía en el monte y no miraba adelante nada, ni para atrás tampoco. Pero resulta que desde que salí [de la guerrilla] las cosas me han estado cambiando, ahora estoy aquí, con todo lo que he recorrido y he conocido, aprendido de las personas.

Colombia entre el Sí y el No

Los debates y las polarizaciones sobre este tema se concentran y se intensifican de cara al plesbiscito que decidirá si se confirman o no los acuerdos de paz. Las campañas que han tomado como base el “Sí” por la paz defienden la idea de dar un paso hacia una Colombia más unida y que pueda dejar atrás a la guerra que marcó a varias generaciones. Quienes abogan por votar “No” temen que el país se pliegue a las FARC, que sus miembros tengan sitio en el Senado y que los crímenes queden impunes.   

Sin embargo, las voces de diferentes sectores que ven una esperanza en el proceso de paz se multiplican. Se espera que los acuerdos puedan ser parte de un proceso de perdón y de reconciliación que siente las bases de una Colombia más unida. Y se espera, asimismo, que estos acuerdos puedan estrechar relaciones con el resto de la región y ayudar a plantar cara al reto más fuerte del fin del conflicto: la construcción diaria y colectiva de una paz duradera.

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